Mientras que algo es desconocido, no se siente más que curiosidad, pero una vez a bordo, la desesperación y la confusión son importantes viajeros

lunes, 14 de marzo de 2011

El dolor es para los vivos.


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Yukiko salió aquella mañana para recibir los rayos del sol. Aquellos dedos incorpóreos le ofrecían calor, haciendo que su cabeza se mantuviese erguida.
A lo largo del paseo advirtió como no era ella la única deseosa de sentir la calidez que el sol regalaba, también las flores se iban abriendo para colorear el ambiente. Desde luego era tentador recoger alguna de esas flores rojas de membrillo y colocarlas en su cabello. Un tocado delicioso como los labios de una joven maiko que se posan en el filo de una taza de té.
Sin pensarlo más introdujo sus manos por el arbusto hasta conseguir la más alegre de todas, recibiendo a cambio un arañazo que cortaban los capilares de su muñeca. La sangre brotaba escandalosa y el dolor se hacía presente conforme los segundos iban mudando. Sin prestarle mucha atención, pasó por alto el incidente y terminó de colocar el adorno en su cabeza, ahora formaba parte de la escena.
Al elevar su brazo para situar la flor de forma grácil, este conseguía asemejarse a un tronco ligero de un árbol. Las gotitas de sangre caían por su rostro recordando unos pétalos...y sus otros dedos vagaron por las mejillas hasta que las dejó ruborizadas.
Un quemazón le llegaba desde la herida hasta el final del brazo. ¿Cómo el dolor era capaz de llegar hasta tan lejos? Pasó su lengua por el corte, había aprendido eso de los animales, para que pudiera cicatrizar debía de extraer la sangre inválida.
El sabor metálico irritaba su garganta, ese era el gusto del dolor. Aún así, se sentía agradecida del escozor que recorría su cuerpo...es que el daño solo lo pueden recibir los vivos.
Presa de su locura continuó introduciendo sus mangas por el arbusto afilado hasta que de sus extremidades se veían brotar las flores mismas. Cómo un remo astillado. Cada gota de sangre se desprendía como hilo de seda, entrelazándose entre ellos hasta teñir el agua de color carmesí. ún en su lengua quedaba el aroma áspero mientras que decidida volcaba en la planta todo el zumo de su teoría.
Al año siguiente cuando regresó al mismo lugar, encontró que las flores este año eran más bellas que las anteriores y es que el sacrificio en algún momento trae recompensas. Es la única forma de hacerse inmune al dolor. Yukiko sonrió...ella estaba viva.

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