Mientras que algo es desconocido, no se siente más que curiosidad, pero una vez a bordo, la desesperación y la confusión son importantes viajeros

sábado, 5 de marzo de 2011

Dos historias de una venganza.

Comienzo.

Su cabeza se alzo por encima de la mía, mientras que los rayos del sol agujereaban cada gota de sangre. Sus ojos, parecían mirarme descifrando la verdad y a su vez, agradecidos, tras la cortina de sangre que emanaba como fuego de ave fénix.
Mis manos aferraban con fuerza el tsuka de mi katana. Esto ya había pasado años atrás y juré venganza… ¿Ahora que debía prometer? Mis palabras habían perdido el valor, al observar como unas manos ensartaban sus dedos por el cabello de lo que había amado en secreto.
Había dejado atrás mi fragilidad, tuve que metarfosear el kimono de seda por una armadura lo suficientemente robusta para esconder mis flaquezas e incitar mi rabia.
La música ahora solo hacía eco bajo el metal, y la poesía la escribía en mis brazos para que fuese borrada por el sudor de cada batalla. Y ahora… ¿Para qué? Se puede esconder un físico, modificar una voz, potenciar la fuerza…pero jamás sepultar los sentimientos. Esa era mi mayor debilidad, que por mucho que sacrificase mi ser, yo era yo, y pretendía deshumanizarse para ser un demonio que no estaba hecho para mí.
Entre pensamientos de cobardía, perdí de vista el cuadro que se había presentado como un instinto. Ahora, arrodillada mojando mis dedos en los restos de su vida recordé a mi maestro y sus palabras. “Siempre puedes amar, pero hay días que no puedes.”
Un grito desgarró el disfraz. Solté mi cabello, dejé mi armadura como tumba, como la crisálida del despertar de mi alma. Yo había muerto allí. Derrotaría a aquel ser con mi mayor amor, y así seguro que le vencería. Los hilos frágiles llegan a cortar más que la hoja robusta de una espada, si estos están sujetos por fuertes ideales. Una mano tiraba de mi superación, y el otro de mi sensibilidad. Desempolvé el kimono y arrastré la katana dejando huella de mis palabras. Te mataré y luego recuperaré lo que debía haber sido mío….Te quiero Kaito.

Un navegante es libre mientras maneje sus propios vientos y se libere de las anclas que le paran.

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Lucha.
Una ola se alza entra las demás, pareciendo que ninguna otra le podrá superar. Una rabia le hace trepar por el cielo. Su amenaza es segura y en la orilla me preparo para meterme en sus entrañas hasta ser devorada.
Aún de lejos se asemejaba a las otras, una caricia. Pero su espuma le hizo envalentonarse, elevarse…El viento le empujaba hasta el abismo, pero ella estaba convencida de que podría caminar y destruir todo lo que encontrara por su camino.
Di un paso al frente con la mano preparada en el mango de mi arma. Prometo que ella y yo nos miramos, su belleza daba miedo, su fuerza aumentaba según se iba arrastrando. Mis pies ya sentían el frío cortante y limpio de su alma, mientras que su protesta hizo que el silencio fuera aún más hermoso. En un instante, mas corto que el de un suspiro se abalanzó hacía mi…Desenvainé la espada con calma, dándole tiempo a que perfilase mi figura y antes de que me engullese la partí en dos, abriéndome paso entre la brisa. Ella calló derrotada, sumida, humedeciendo las piedrecitas de la orilla. Yo seguía seca, y pasé mi lengua con fineza por la hoja de la katana, para saborear la sangre del mar. Estaba salada, como las lágrimas de cualquier persona.
Qué efímera la vida de una ola. Y el océano continua igual aún perdiendo algo que pertenecía a el. Como el tiempo, como la vida, sosegadas ante cualquier pérdida…algo muere, algo nace. Destrucción, creación…necesarias para que el mundo continúe con su propia blasfema.
Dejé mis huellas en el cadáver de aquella vivacidad. Para poder con el oponente hay que ser insípido.
Mi entrenamiento por hoy había terminado y un nuevo poema fue escrito en mi antebrazo.
Una silueta
debo ser yo
efímera, la ola.

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