Mientras que algo es desconocido, no se siente más que curiosidad, pero una vez a bordo, la desesperación y la confusión son importantes viajeros

sábado, 19 de marzo de 2011

La cena eterna.

Recuerdo a la perfección ese olor a longevidad. Una mesa enorme de robusta madera ocupaba casi la totalidad de la habitación, me daba la impresión de ser tan pequeña que me hubiese gustado desaparecer por completo, esfumarme sin dejar constancia de mi presencia. Pero fue demasiado tarde, todos ellos me inspeccionaban sin levantarse de sus asientos, con las manos aferradas a sus cubiertos no dejaban de comer ricos manjares propios de un rey.

Cenizas-pensé- deben de estar tragando despojos, pues aquello parecía más una obligación que un disfrute. Sus cuerpos se exhibían enfermizos, debían de ser muy sabios pues sus barbas conseguían tocar el suelo.
La imagen cuarteada parecía sacada de las entrañas de una polilla, la luz se colaba débilmente por algunos huecos que las cortinas pesadas de terciopelo no podían retener. El ambiente era cargante, aún permanecía quieta como animal cautivo. Conservando el aire en mis pulmones, me mareaba hasta el punto que tuve que cerrar los ojos para concentrarme un poco más en mi tarea de no molestar.
Una cena eterna, un lugar en el que la vejez no alcanzaba más desgaste, nadie se quejaba de sus dolencias. Esos recuerdos se habían vuelto borrosos...ciertamente, aquello era una cena de cadáveres. Difuntos que comían otros restos, machacando sus mandíbulas para intentar dar algún signo de desemejanza. Pero la verdad es que tanto lo comido como los comensales existían por respeto muto.
Al final no me quedó mas remedio que soltar el aire que hinchaban mis costillas, y como la cuerda de una ballesta, sus cabezas se alzaron para ver quién era el intruso que se atrevía a desaprovechar la vida.
Todos aspiraron pero nadie hizo ruido, seguramente olvidaron como se respiraba. Al volver a inhalar oxígeno, el lugar entró por mi nariz. Un nido de pájaros. Recordé mi fobia a las aves y de pronto vi todo repleto de ellas, plumas por todos lados...pobre muerte.
Los hombres me dijeron de darme más años de vida si cumplía con sus deseos...Ellos no podían levantarse de sus asientos y tenían ganas de volver a escuchar pasajes de algunos libros. Aquella noche me quedé despierta a su lado, leyendo y leyendo historias de guerras.
Cuando ya no podía más me mandaron de nuevo a mi mundo y me dijeron que ellos tendrían que seguir allí eternamente. Entonces pensé que si eso era un premio o un castigo, ¿Qué era la eternidad? ¿algo lozano o por el contrario era la insistencia de lo ajado?.
Me desperté y ya no supe más de ellos. Un sueño más.

miércoles, 16 de marzo de 2011

La dosis hace el veneno.






Dosis Sola Facit Venenum
. Decidí tatuarme esa frase porque como bien dice, la dosis hace el veneno. Para mi no hay algo que sea totalmente dañino, sino que somos nosotros quienes lo hacemos así. Incluso lo más dulce de todo se puede convertir en tóxico si abusamos demasiado de ello.
Me sirve de recuerdo para saber darle a cada cosa su importancia, sin reforzarla.
Encontramos momentos en los que las ideas se tornan turbias y por desgracia podemos caer en ese desconocimiento para obsesionarnos con ellas. Cuando más miedo tengo es cuando me enfrento a algo que no tenía programado, algo que ni en mis más lejanos pensamientos podría haberme planteado. Mientras que todo vaya por la linea que tiene que ir, me siento tranquila.

El veneno es una sustancia que va contaminando nuestro organismo poco a poco, se desliza por nuestro cuerpo hasta terminar de infectarnos. ¿Qué haría mejor su función (la del veneno) que algo a lo que amamos? Cuando queremos algo nos volvemos más vulnerables. Siempre pensamos que eso que nos hace sentirnos tan bien no nos puede hacer daño, pero muchas veces esa total confianza en algo que no controlamos nosotros mismos nos ataca inesperádamente, hacíendonos presos de su ponzoña.

En el último libro que me leí , Lo bello y lo triste, confirmé aún más mi teroía de que lo bello es aún mas peligroso que lo ya concebido como horrendo. Lo que es delicado puede tramar en su interior una gran venganza.

Ni los buenos son tan buenos, ni los malos son tan malos...Todo depende de como queramos beberlo. Yo desde luego, sigo observando todo desde la distancia, cuido de mi como mejor puedo y claro que encierro mi propio veneno por si alguien se atreve a hendir sus dientes en mi piel.

lunes, 14 de marzo de 2011

El dolor es para los vivos.


                                                                               .
                                                                               .
                                                                               .


Yukiko salió aquella mañana para recibir los rayos del sol. Aquellos dedos incorpóreos le ofrecían calor, haciendo que su cabeza se mantuviese erguida.
A lo largo del paseo advirtió como no era ella la única deseosa de sentir la calidez que el sol regalaba, también las flores se iban abriendo para colorear el ambiente. Desde luego era tentador recoger alguna de esas flores rojas de membrillo y colocarlas en su cabello. Un tocado delicioso como los labios de una joven maiko que se posan en el filo de una taza de té.
Sin pensarlo más introdujo sus manos por el arbusto hasta conseguir la más alegre de todas, recibiendo a cambio un arañazo que cortaban los capilares de su muñeca. La sangre brotaba escandalosa y el dolor se hacía presente conforme los segundos iban mudando. Sin prestarle mucha atención, pasó por alto el incidente y terminó de colocar el adorno en su cabeza, ahora formaba parte de la escena.
Al elevar su brazo para situar la flor de forma grácil, este conseguía asemejarse a un tronco ligero de un árbol. Las gotitas de sangre caían por su rostro recordando unos pétalos...y sus otros dedos vagaron por las mejillas hasta que las dejó ruborizadas.
Un quemazón le llegaba desde la herida hasta el final del brazo. ¿Cómo el dolor era capaz de llegar hasta tan lejos? Pasó su lengua por el corte, había aprendido eso de los animales, para que pudiera cicatrizar debía de extraer la sangre inválida.
El sabor metálico irritaba su garganta, ese era el gusto del dolor. Aún así, se sentía agradecida del escozor que recorría su cuerpo...es que el daño solo lo pueden recibir los vivos.
Presa de su locura continuó introduciendo sus mangas por el arbusto afilado hasta que de sus extremidades se veían brotar las flores mismas. Cómo un remo astillado. Cada gota de sangre se desprendía como hilo de seda, entrelazándose entre ellos hasta teñir el agua de color carmesí. ún en su lengua quedaba el aroma áspero mientras que decidida volcaba en la planta todo el zumo de su teoría.
Al año siguiente cuando regresó al mismo lugar, encontró que las flores este año eran más bellas que las anteriores y es que el sacrificio en algún momento trae recompensas. Es la única forma de hacerse inmune al dolor. Yukiko sonrió...ella estaba viva.

lunes, 7 de marzo de 2011

Sicariidae

 ( http://www.goear.com/listen/ec891ca/returns-a-king-300 )


Sicariidae

Percusión que acuesta las olas,
extensión del sonido capaz de provocar
la conflaglación entre lo continuo y lo agitado.

ignorando mi sincretismo con el viento
dejas tus redes espumadas,
como caballos desbocados.

la baba que regurgitas es vencida
al escupir del todo la vesania
que mis propias manos te hicieron vomitar.

Firmeza al deslizar el timón por la sospecha del mar.
Ni el tiempo es tan codicioso
ni tampoco es tan perforante el aire nervioso.

Su olor salino colma mis sentidos,
cristalizando mi corazón de madera
En un quejido resultante del placer.

El mascarón de una mujer insaciable
se lanza entre tus brazos desalmados
arañando tu piel húmeda, para yo pasear en mi Nao.

Y es que ni tú viejo marino
que tus espinas compiten con tus huesos
puedes escapar de lo que es bello.

Ahora hasta el propio piélago
se eleva para acariciar el torso de la sirena
y las velas se ensanchan con tus suspiros.

Sigamos nuestro camino joven sicariidae,
exijo llegar hasta el algor mortis
porque deseo que mi sangre ponzoñosa torne helada.

Derrámame por tu figura y húndeme en tu locura.
Seré tan húmeda como sea necesario para formar parte de ti
Un navío sepultado en tu boca. Invicto.

sábado, 5 de marzo de 2011

Dos historias de una venganza.

Comienzo.

Su cabeza se alzo por encima de la mía, mientras que los rayos del sol agujereaban cada gota de sangre. Sus ojos, parecían mirarme descifrando la verdad y a su vez, agradecidos, tras la cortina de sangre que emanaba como fuego de ave fénix.
Mis manos aferraban con fuerza el tsuka de mi katana. Esto ya había pasado años atrás y juré venganza… ¿Ahora que debía prometer? Mis palabras habían perdido el valor, al observar como unas manos ensartaban sus dedos por el cabello de lo que había amado en secreto.
Había dejado atrás mi fragilidad, tuve que metarfosear el kimono de seda por una armadura lo suficientemente robusta para esconder mis flaquezas e incitar mi rabia.
La música ahora solo hacía eco bajo el metal, y la poesía la escribía en mis brazos para que fuese borrada por el sudor de cada batalla. Y ahora… ¿Para qué? Se puede esconder un físico, modificar una voz, potenciar la fuerza…pero jamás sepultar los sentimientos. Esa era mi mayor debilidad, que por mucho que sacrificase mi ser, yo era yo, y pretendía deshumanizarse para ser un demonio que no estaba hecho para mí.
Entre pensamientos de cobardía, perdí de vista el cuadro que se había presentado como un instinto. Ahora, arrodillada mojando mis dedos en los restos de su vida recordé a mi maestro y sus palabras. “Siempre puedes amar, pero hay días que no puedes.”
Un grito desgarró el disfraz. Solté mi cabello, dejé mi armadura como tumba, como la crisálida del despertar de mi alma. Yo había muerto allí. Derrotaría a aquel ser con mi mayor amor, y así seguro que le vencería. Los hilos frágiles llegan a cortar más que la hoja robusta de una espada, si estos están sujetos por fuertes ideales. Una mano tiraba de mi superación, y el otro de mi sensibilidad. Desempolvé el kimono y arrastré la katana dejando huella de mis palabras. Te mataré y luego recuperaré lo que debía haber sido mío….Te quiero Kaito.

Un navegante es libre mientras maneje sus propios vientos y se libere de las anclas que le paran.

--------

Lucha.
Una ola se alza entra las demás, pareciendo que ninguna otra le podrá superar. Una rabia le hace trepar por el cielo. Su amenaza es segura y en la orilla me preparo para meterme en sus entrañas hasta ser devorada.
Aún de lejos se asemejaba a las otras, una caricia. Pero su espuma le hizo envalentonarse, elevarse…El viento le empujaba hasta el abismo, pero ella estaba convencida de que podría caminar y destruir todo lo que encontrara por su camino.
Di un paso al frente con la mano preparada en el mango de mi arma. Prometo que ella y yo nos miramos, su belleza daba miedo, su fuerza aumentaba según se iba arrastrando. Mis pies ya sentían el frío cortante y limpio de su alma, mientras que su protesta hizo que el silencio fuera aún más hermoso. En un instante, mas corto que el de un suspiro se abalanzó hacía mi…Desenvainé la espada con calma, dándole tiempo a que perfilase mi figura y antes de que me engullese la partí en dos, abriéndome paso entre la brisa. Ella calló derrotada, sumida, humedeciendo las piedrecitas de la orilla. Yo seguía seca, y pasé mi lengua con fineza por la hoja de la katana, para saborear la sangre del mar. Estaba salada, como las lágrimas de cualquier persona.
Qué efímera la vida de una ola. Y el océano continua igual aún perdiendo algo que pertenecía a el. Como el tiempo, como la vida, sosegadas ante cualquier pérdida…algo muere, algo nace. Destrucción, creación…necesarias para que el mundo continúe con su propia blasfema.
Dejé mis huellas en el cadáver de aquella vivacidad. Para poder con el oponente hay que ser insípido.
Mi entrenamiento por hoy había terminado y un nuevo poema fue escrito en mi antebrazo.
Una silueta
debo ser yo
efímera, la ola.

Promesa.

El acero se agudizaba con cada caricia, deslumbrando el paisaje otoñal que se alzaba sobre ellos, un gémido que se soldaba a la debil respiración del hombre que la poseía entre sus manos.
Una obligación impuesta por los deseos que le alimentaban de aire, sueños que le perdonaban la vida, pero que no le suministraban el color necesario para parecer un ser con corazón.
Desde hace tiempo su cuerpo pertenecía a aquel lugar donde enterraba sus pies como raices dentro del fango, perdiendo su figura a cambio de la eternidad. Era un sauce, se curvaba hacía la tierra pidiendo un momento más a su sentencia.
La tristeza que le consumía le daba fuerza para continuar esperando a que algo le diese vida.La frágilidad de sus brazos recordaba a la belleza, cadavéricos como las espinas de un pez, podían ser rotos con una sola pulsación. Dependiendo de su entorno la demacración le hacía hermoso...
¿Quién le había transformado? Su ambición que antiguamente se amamantaba de su propio sudor, ahora dejaba caer suspiros indecentes. Terminando su obra a la vez que se aferraba a su espada. Su hombría que siempre se habían comparado como fustas que sus propios brazos gobernaban, se encontraba lantente en la mirada desorientada. Sabía que aquel mundo ya no le pertenecía.
Entonces, mientras la lluvia le hacía hueco en el espacio, música empezó a sonar frente a él. Esperanza al sentir las gotitas por su espalda, quiso levantar la mirada, quiso abrir su boca y saciarse de optimismo. El agua inundaba su garganta, no le hubiese importado morir ahogado, solo quería sentirse vivo en su último instante.
Pero la música de cuerdas que tocaba la dama vestida de color violeta, se hacía más rotunda de el mismo modo que el agua se evaporaba de su piel. Dejándole más desprotegido ante lo imprevisto.
Finalmente, el shamisen dejó que el viento bebiese sus últimas notas y la lluvia desapareció por completo. El lirio recogió los restos de madera entre sus brazos y se lo llevó con ella a la intimidad, dónde ya sería caro data vermibus.
Su katana quedó en el mundo y una joven la recogió. Siempre serás eterno en mi corazón, pensó. Desde entonces la chica sin acordarse , ingenua sobre la promesa que hizo aquel día hace muchos años dejó que el alma del sauce encontrara cobijo en su interior. Apareciendo en sus sueños como dueño de ella...El se convirtió en su deseo y ella en su vida. Inseparables.