Mientras que algo es desconocido, no se siente más que curiosidad, pero una vez a bordo, la desesperación y la confusión son importantes viajeros

miércoles, 27 de abril de 2011

Pigmalionismo.



Acariciaba su piel para terminar de darle forma a los pómulos. Llevaba tres noches obligándose a crear en aquel rostro la sinonimia con la luna, pero su vejez le hacía incapaz.
Las cavidades  de la muñeca se colmaban con el sudor del escultor que le servían de plasma, proporcionándole suavidad a la rigidez de su gesto.
Tentado por su propia obra los pensamientos se tornaban pérfidos y así, su excitación cortejaba la impaciencia hasta desear las comisuras de esos labios mustios. La belleza debía de ser tan vacía como el blanco de una escultura griega, pero la intención acababa perdida en la demacración de unas ojeras que realzaban el arco de la vida.
Era terrible ver a una joven nacer con el motivo de amar a quién le había concebido. La placenta eran aquellas manos curtidas y la sangre, la polvadera de sus imperfecciones.
Sin perder el tiempo, el artista decidió sentir su propia creación y se amaron durante toda la noche. Un capricho, aquella muñeca tan solo era el anhelo a la luna...y una vez cubierto de pasión, al mirar al cielo se dio cuenta de que esa escultura no sería inmaculada.
Destrozado por seducirla, cogió un cincel y lo clavó en el corazón de la muñeca. Más confuso al ver que no brotaba nada de la herida continuó apuñalándola hasta terminar de romperla.
Los trozos de porcelana descansaban por el suelo, el delito quedó en secreto y el hombre, como todos los demás, corrió hasta el agua para limpiar sus manos de aquel espantoso asesinato. El desagüe tragándose los últimos restos de una vida no dejó ningún recuerdo.

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